Escrito por Pablo Maas

A pocas semanas de dejar la conducción del Estado, la presidenta Cristina Fernández sorprendió a la audiencia de empresarios que la escuchaban en la celebración del Día de la Industria. Propuso que como respuesta a los nuevos coletazos de la crisis internacional, la Argentina debería “sustituir exportaciones”, compensando la debilidad de los envíos al exterior con mayores ventas al mercado interno.

El diagnóstico oficial supone que el derrumbe de las exportaciones argentinas, que se ha acelerado en los últimos dos años, no obedece principalmente a factores internos sino externos. El retraso cambiario, la inflación de costos, las dificultades logísticas, no constituyen una dificultad para los exportadores. El problema es que, a raíz de la crisis mundial, “no hay demanda”, dijo la presidenta. “No nos compran afuera porque se cayó el mundo” agregó.
No fue una metáfora. O al menos, los destinatarios de la nueva política la tomaron suficientemente en serio. El presidente de la Cámara de Exportadores, Enrique Mantilla, respondió en un comunicado que la propuesta de sustitución de exportaciones es “una idea equivocada”.
Empezando por el diagnóstico, la oferta argentina es una fracción minúscula del volumen total del comercio internacional. La “torta” de las importaciones de algún cliente de la Argentina puede disminuir y hasta hacerlo considerablemente, pero no desaparece como por arte de magia.
La Argentina es principalmente un exportador de alimentos, pero también de productos industriales diferenciados y más recientemente de servicios informáticos, todos ellos con diferentes sensibilidades al tipo de cambio.
Las importaciones de vino de Brasil, por ejemplo, posiblemente hayan caído a causa de la recesión de su mercado interno. Pero los que siguen comprando ahora prefieren el producto chileno en lugar del argentino, que sufre por tener costos y precios demasiado altos comparado con sus competidores.
La pérdida de participación de mercado en un negocio de exportación para un país que es marginal en el comercio internacional como la Argentina raramente encuentra explicación en los grandes movimientos de la economía mundial. Los motivos deben buscarse en las condiciones de funcionamiento de la economía interna. Dar por perdidos ligeramente mercados de exportación que costó mucho tiempo y esfuerzo ganar es una propuesta riesgosa que compromete el desarrollo futuro de la economía.

Fuente: Clarín