El Cronista Comercial
Como es habitual que suceda en cualquier lugar del mundo, en Brasil también la profunda crisis política que tiene en jaque a Dilma Rousseff está atravesada por un desajuste de la economía. El mayor país de Sudamérica y el gigante regional que era hace poco una estrella en el club de los Brics hoy arrastra un 2015 con caída de casi cuatro puntos del PBI, retroceso de las importaciones del 45% en dos años, inflación coqueteando con los dos dígitos y un desempleo en alza.
En ese escenario, la economía argentina toda está afectada por la crisis de su principal socio. Los brasileños que llenaban hoteles en la ciudad de Buenos Aires, Bariloche o Mendoza son hoy una rara avis. La industria automotriz, que vendía el 80% de su producción para exportación al Brasil, hoy sufre una caída por la merma de las compras externas, al igual que plástico, caucho y químicos, que destinan el 60% de sus exportaciones al socio mayor del Mercosur.
Sin embargo, los que encienden el alerta roja son los sectores que temen una avalancha de productos provenientes de Brasil que podrían entrar al mercado interno en condiciones de alta competitividad y generar un fuerte daño en industrias locales medianas y pequeñas que perderían su participación de mercado en manos de competidores brasileños con mayor escala, un tipo de cambio depreciado y mano de obra significativamente más barata.
La industria metalmecánica, los fabricantes locales de electrodomésticos, colchones, cubiertos y cerámicos, los productores de calzado, textiles, gráfica y confección están a la cabeza de la lista de rubros que el Gobierno tomó nota que se encuentran en estado crítico.
Algunos dependen de que la recuperación del mercado local llegue en la segunda parte del año y compense la caída en las exportaciones, pero otros claramente necesitan de la cintura política de la gestión de Mauricio Macri para encontrar medidas que logren regular el intercambio comercial sin generar cortocircuitos bilaterales.
Amenaza
El economista Jorge Vasconcelos, de Fundación Mediterránea, lo pone en cifras. “Las importaciones de Brasil sobre el PBI industrial argentino fueron históricamente del 25% y con las restricciones que generaron las DJAI y el cepo, artificialmente, cayeron a 20%”.
Ahora, con la capacidad ociosa que tiene la industria en Brasil, un tipo de cambio que no es holgado en la Argentina y una dificultad para rearmar la oferta local, esa participación podría ir al 30% rápidamente con una normalización de las importaciones argentinas de Brasil”, dice. “Es darle a la industria local la ‘Doble Nelson’, porque te pega por lo que deja de comprar y te remata con el aumento de sus ventas”, resalta el experto.
El escenario explica por qué a pesar de desarmar el esquema de Declaraciones Juradas de Importación (DJAI) que fue vetado por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y era ampliamente criticado por las barreras que imponía al comercio exterior argentino, la nueva gestión en el Ministerio de Producción repuso las licencias no automáticas que regían antes. Pero con una novedad: antes de las DJAI, la Argentina tenía 800 posiciones afectadas por el sistema y ahora suman 1.500 los rubros que necesitan de ese permiso para poder ingresar al país.
Aunque saben que es un paraguas que tiene limitaciones para protegerlos, en industrias como las de los electrodomésticos, el calzado o la confección confían en que esas licencias son las que les permitirán negociar con sus pares del otro lado de la frontera que se fijen cupos o cuotas de mercado para autorregular las ventas de Brasil a la Argentina y limitar el daño que pueden causar en un momento de tanta vulnerabilidad.
“Es clave que los temas coyunturales no afecten la relación bilateral estratégica de largo plazo, para lo cual la Argentina debe monitorear y cuidar su mercado interno y sus exportaciones, teniendo como referencia que la escala de Brasil es de 5 a 10 veces la que tiene nuestro país”, remarca Diego Coatz, director de la Unión Industrial Argentina.
En sintonía con la Secretaría de Industria, la Secretaría de Comercio está a cargo del monitoreo de las ventas y compras a Brasil desde que se inició el año y tienen como referencia los datos del 2015. La intención de la oficina que conduce Miguel Braun es alertar ante cualquier desvío significativo en las importaciones del país vecino a Martín Etchegoyen, el titular de Industria.
No es tarea fácil. “En los últimos años, el aumento de costos local hizo que las ventas externas se concentren en ese mercado donde hasta 2014 se mantenía cierta competitividad. La retracción de la demanda y la baja del real lucen como obstáculos insalvables ahora”, dice Rodrigo Álvarez, de la consultora Analytica.
“La Argentina está sufriendo por no haber hecho una reconversión industrial agresiva hace tiempo. En los últimos 15 años siempre tuvo alguna protección. En 2002, era el dólar alto, por encima del nivel de equilibrio; luego vino una apreciación, pero que en Brasil fue mucho mayor y siguió el paraguas; y en el último período el cepo, que quitó la competencia. Todo este tiempo no hubo incentivo para modernizarse y nadie se preparó para el momento en el que hubiera que sacarse la coraza”, coincide Vasconcelos.
“Sin un horizonte de mejora de la competitividad claro, la protección sólo hace que la agonía sea más larga y menos dolorosa, pero no te salva”, resume el economista.
Alerta empleo
En el Gobierno esperan que el mercado interno repunte para morigerar, sobre todo, el impacto sobre el empleo industrial que puede tener una mayor venta de productos brasileños en la Argentina y una menor exportación al país vecino. El sector automotor es un ejemplo, porque si bien en el primer trimestre del año las ventas a Brasil se derrumbaron cerca del 40%, la mejor performance de las ventas en los concesionarios locales hizo que la caída de la producción sea menor al 20%.
Entre los analistas privados y en la UIA hay menos optimismo. “La industria local viene desde hace años con el empleo estancado por la debilidad de la actividad local y un contexto internacional más complejo. Con la economía argentina atravesando un escenario de ordenamiento y Brasil en caída libre, el empleo está en una situación muy frágil”, advierte Álvarez.
“El costo salarial sigue siendo muy elevado, hecho que se agrava cuando el volumen de ventas se desploma. Las empresas, a diferencia de otros períodos, buscan retener los recursos humanos, pero si el parate se mantiene, van a aumentar los despidos”, agrega.
Lo que marca Álvarez es que así como en otras épocas los ajustes de empleo se producían rápida y drásticamente, en la actualidad la flexibilidad es mejor porque hay una mayor valoración de la empresa de lo que cuesta capacitar un recurso humano. Y así como en lo momentos de alza de la actividad suben primero las horas extras trabajadas antes que aumentar las contrataciones, en la caída primero se recortan las horas y se utilizan las suspensiones y se deja el despido como el último recurso.
Inversiones esquivas
Vasconcelos advierte que el problema no es de fácil resolución y que pasará un buen tiempo hasta que el gigante del Mercosur vuelva a ser una locomotora de la industria local. “Brasil ajustó un 45% el monto en dólares de sus importaciones en los últimos dos años porque le entraron menos capitales al país y tuvo una recesión generada por falta de entrada de dólares, pero aún le falta hacer el ajuste fiscal”, dijo.
Eso significa que en el mejor de los escenarios entrará en un esquema de ahorro para achicar el déficit que repercutirá en una reducción del consumo”, explica. El Gobierno apuesta a que la contracara de esa crisis sea el desembarco de inversiones planificadas para la región, en la Argentina.
Pero los industriales no son tan optimistas. El dilema es que aunque el mercado interno logre recuperarse para finales de este año, las inversiones en la industria y la creación de mayor empleo tardarán en llegar. El sector manufacturero viene de un 2011 récord en inversiones que luego se frenaron de la mano del cepo, las restricciones al comercio exterior y el deterioro de la economía.
Lo cierto es que hoy la industria está produciendo menos que en 2011, por lo tanto tiene capacidad ociosa y, para que llegue la inversión, la demanda interna deberá crecer fuerte.
Fuente: Los Andes